Déficit de vitamina D y neurodesarrollo infantil, ¿cuáles son las consecuencias?
Un estudio de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona (España) pone de manifiesto la necesidad de realizar un correcto seguimiento de los niveles de vitamina D durante el embarazo, sobre todo durante el primer y tercer trimestres. El déficit de vitamina D durante la gestación aumenta el riesgo de que aparezcan dificultades en el neurodesarrollo de la descendencia, alterando las áreas cognitiva, de lenguaje y motriz.
La vitamina D es necesaria para el correcto funcionamiento de múltiples funciones psicológicas y procesos biológicos. Es más, durante la etapa perinatal los niveles adecuados de vitamina D son esenciales para el correcto desarrollo del embarazo y del bebé. La hipovitaminosis D (déficit de vitamina D) es un problema de salud pública a nivel mundial, ya que afecta a todos los grupos de edad, siendo especialmente vulnerables las gestantes. No obstante, no existe un consenso sobre la prevalencia de la insuficiencia de la vitamina D ni sobre el valor a partir del que se considera insuficiencia y deficiencia, puesto que algunos estudios postulan la insuficiencia de esta sustancia por debajo de los 75nmol/L, con prevalencias del 33% en EE.UU, del 20-70% en Europa y del 67-96% en Asia, mientras que otros estudios sitúan la deficiencia por debajo de los 50nmol/L, con porcentajes del 48% en EE.UU, del 4-23% en Europa y del 38-60% en Asia.
A pesar de que la evidencia es escasa y de que los estudios existentes no son concluyentes, el déficit de vitamina D podría estar asociado a un peor estado de salud durante el embarazo, asociándose con complicaciones como la preeclampsia, la diabetes gestacional, la vaginosis bacteriana o las infecciones fetales. Asimismo, la falta de vitamina D durante el embarazo se ha relacionado con mayor riesgo de prematuridad, bajo peso en el nacimiento, enfermedades cardíacas, desarrollo anormal del esqueleto, asma y problemas del neurodesarrollo. Más específicamente, dos revisiones sistemáticas recientes han concluido que niveles prenatales bajos de vitamina D se asocian con resultados adversos en el desarrollo de habilidades cognitivas, motoras y de lenguaje.
Siguiendo este mismo hilo, un metaanálisis que incluyó 25 estudios epidemiológicos indicó que los niveles elevados de 25-hidroxivitamina D3 (la precursora de la vitamina D) se asociaban con un mejor funcionamiento y rendimiento cognitivo y con un menor riesgo de presentar Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y rasgos de Trastorno del Espectro Autista (TEA) durante la vida adulta. Más evidencia es la que aporta un estudio empírico llevado a cabo en España, en el que se pudo observar que la descendencia de gestantes con concentraciones elevadas (≥75 nmol/L) de vitamina D durante el final del primer trimestre del embarazo y el inicio del segundo, presentaba mejores puntuaciones en rendimiento cognitivo y psicomotor que la descendencia que las gestantes que durante este mismo período de tiempo tenían una baja concentración de vitamina D (≤50 nmol/L). A partir de estos resultados, un estudio posterior identificó una relación entre la vitamina D durante el embarazo y la morfología cerebral de la descendencia; las concentraciones elevadas de vitamina D en la mitad del embarazo se asociaron a un mayor volumen cerebral. Es más, los bebés expuestos a un déficit continuado de vitamina D durante este momento del embarazo, mostraron un menor volumen de materia gris y blanca.
Tal y cómo se ha podido observar en la literatura existente, la vitamina D juega un papel clave en la salud y neurodesarrollo de los bebés. Por este motivo, el objetivo del estudio que se presentará a continuación es investigar si la concentración de vitamina D en el primer y tercer trimestres de embarazo se asocia a resultados tempranos del neurodesarrollo. El estudio evaluó si los niveles de vitamina D, clasificados como muy deficiente, deficiente, insuficiente y normal, tenían consecuencias significativas sobre el neurodesarrollo. Asimismo, las investigadoras partieron de la siguiente hipótesis: los niveles deficientes de vitamina D durante el primer y tercer trimestre de embarazo se asocian con peores resultados clínicamente significativos en los índices del neurodesarrollo.
El making off del estudio
El ECLIPSES fue un estudio controlado aleatorizado que se llevó a cabo en la provincia de Tarragona (España) entre los años 2013 y 2017. En él se incluyeron 793 participantes con una edad media de 30,6 años y que fueron reclutadas por las matronas que las atendieron en los diferentes centros de atención primaria durante el primer trimestre del embarazo. Para reclutar la muestra se consideraron los siguientes criterios de inclusión: tener más de 18 años, estar embarazada de ≤12 semanas, no presentar anemia y capacidad para entender alguna de las dos lenguas oficiales, catalán o español. Por lo contrario, se excluyeron las mujeres que cumplían alguno de los siguientes criterios: haber tenido embarazos múltiples o antecedentes de complicaciones obstétricas, haber tomado comprimidos de hierro durante los tres meses anteriores al embarazo, presentar una enfermedad grave o crónica que pueda afectar al estado nutricional y tener un trastorno hepático.
Para el correcto desarrollo del estudio las participantes acudieron a más visitas a parte de la primera en la que fueron reclutadas, correspondientes a las semanas 12, 24 y 36 de gestación y a los 40 días después de dar a luz, es decir, en el posparto. A un total de 422 díadas madre-bebé se les evaluó los niveles de vitamina D en el primer y tercer trimestres de gestación, del mismo modo en que en la visita posparto se evaluó el neurodesarrollo de los bebés. En esta línea, se utilizó una muestra sanguínea para la obtención de los niveles de vitamina D, los cuales fueron catalogados de la siguiente manera: concentración muy deficiente de vitamina D (≤20 nmol/L), concentración deficiente (≤30 nmol/L), concentración insuficiente 30-50 nmol/L y concentración suficiente ≥50 nmol/L. Para la obtención de los indicadores del neurodesarrollo en el bebé se emplearon las Escalas de Desarrollo Infantil de Bayley (BSID-III), que evalúan cognición, habilidades motoras, lenguaje y comportamiento. Siguiendo con la obtención de variables psicológicas, se empleó el Inventario de Ansiedad Estado – Rasgo (STAI) para determinar el estado emocional de la madre, y, finalmente, para valorar el estrés asociado a la maternidad/paternidad se utilizó la cuarta edición del Parental Stress Index Short Form (PSI-4-SF). También se recogieron datos sociodemográficos, como el nivel educacional y ocupacional de las participantes del estudio y sus parejas, datos relativos a los hábitos saludables, como la presencia o ausencia de tabaquismo y los hábitos alimenticios, e información obstétrica, como el peso, la talla y la medida de la circunferencia del cráneo del bebé en el momento del nacimiento, la edad gestacional en el nacimiento, las puntuaciones del test Apgar y el tipo de parto.
La vitamina D, relevante para el neurodesarrollo de los bebés
Los resultados de este estudio mostraron que los niveles de vitamina D en las mujeres al inicio y final de la gestación tienen efectos significativos sobre el neurodesarrollo de los bebés a los 40 días posparto. Los niveles bajos de vitamina D se relacionaron con puntaciones bajas en el BSID-III a los 40 días posparto. De hecho, en todos los casos, los resultados indicaron un peor funcionamiento en las escalas de cognición, lenguaje y motricidad del BSID-III. Los niveles deficientes de vitamina D durante el primer trimestre de embarazo predijeron un peor funcionamiento en las habilidades cognitivas y el lenguaje. Es más, el lenguaje se vio especialmente afectado cuando los niveles de vitamina D fueron muy deficientes. En cuanto al desarrollo de la motricidad, durante el tercer trimestre, el marcado déficit de vitamina D también afecto al desarrollo de las habilidades motoras.
Respecto el desarrollo cognitivo, los resultados mostraron que el déficit de vitamina D en el primer trimestre, junto con una edad gestacional baja en el momento del parto y niveles bajos de ácido fólico, se asoció con un peor rendimiento cognitivo en la descendencia cuando se comparó con el rendimiento cognitivo de la descendencia de las mujeres con niveles normales de vitamina D durante el embarazo. Este hallazgo va en consonancia con estudios previos, en los que se observó que los hijos de mujeres con concentraciones ≤50 nmol/L de vitamina D a las 14 semanas de gestación presentaban puntuaciones inferiores en tareas de rendimiento cognitivos que los hijos de las mujeres con concentraciones ≥75 nmol/L de vitamina D. Además, la evidencia existente indica que el primer y segundo trimestres, período en el que el feto depende de los niveles de vitamina D de la madre, representan un período crítico para el desarrollo del sistema nervioso del feto, ya que es cuando se inicia la neurogénesis y el proceso de mielinización. Esto podría explicar por qué los niveles bajos de esta vitamina durante este período están tan estrechamente ligados al neurodesarrollo del bebé, así como por qué los efectos sobre el rendimiento cognitivo y las habilidades de lenguaje no se observan cuando el déficit de vitamina D ocurre al final de la gestación. No obstante, se necesitan más estudios para identificar los efectos a largo plazo de los niveles bajos de vitamina D durante el primer trimestre.
Igualmente, en cuanto al desarrollo cognitivo, los niveles de vitamina D al inicio de la gestación también se relacionaron con el desarrollo del lenguaje, un argumento que redunda en que el embarazo en uno de los períodos más críticos para el desarrollo del feto y del bebé. Los resultados de este estudio mostraron que, igual que los niveles bajos de vitamina D durante el primer trimestre del embarazo, la baja edad de gestación en el momento del nacimiento, una interacción madre-bebé escasa y niveles bajos de ferritina están asociados a peores habilidades de lenguaje. Concretamente, niveles muy deficientes de vitamina D se asociaron a peores resultados en todas las escalas de lenguaje del BSID-III.
De manera general, la literatura existente apoya el efecto de la vitamina D sobre el desarrollo temprano del lenguaje durante los primeros estadios del embarazo, tal y cómo se ha observado en los hallazgos del presente estudio a los 40 días posparto. Desde el momento en que se inicia el desarrollo cerebral con la formación de la placa neural 12 días después de la concepción (y que se extiende hasta el inicio de la edad adulta), actualmente se está realizando el seguimiento a los participantes de este estudio a fin de comprobar si los efectos del déficit de la vitamina D durante el embarazo sobre el neurodesarrollo de la descendencia se mantienen a los cuatro años de edad.
Otros estudios sugieren que el déficit de hierro durante la vida fetal se asocia con un peor neurodesarrollo. En consonancia con la relación observada entre los niveles de ferritina y el rendimiento en las escalas de lenguaje, el déficit de hierro en el momento del parto se asoció con menores puntuaciones en las escalas de lenguaje receptivo, expresivo y compuesto del BSID-III a los 18 meses posparto. Por este motivo, es importante promover hábitos saludables de alimentación y nutrición al inicio del embarazo, a fin de optimizar el neurodesarrollo y sus consecuencias.
En cuanto al desarrollo psicomotor, los niveles muy deficientes de vitamina D en el tercer trimestre del embarazo predijeron un peor funcionamiento psicomotor a los 40 días posparto. Resultados como este y los aportados por la evidencia previa, sugieren que el déficit de vitamina D durante el final de la gestación puede influenciar el funcionamiento en las habilidades motoras. Más aún, el desarrollo motor está estrechamente relacionado con el proceso de mielinización, el que la vitamina D parece tener un papel relevante. En este sentido, las vías neurales implicadas en la adquisición de la función psicomotriz pueden ser más vulnerables a niveles deficientes o insuficientes de vitamina D durante la gestación. Además, resulta interesante mencionar que el proceso de mielinización se da en el tercer trimestre del embarazo y continúa en el posparto.
A modo de conclusión
Según la evidencia disponible, la prevalencia de mujeres con niveles subóptimos de vitamina D es muy alta en todo el planeta. En la muestra del estudio ECLIPSES, la prevalencia ha alcanzado el 50% en el primer trimestre del embarazo y el 49,7% en el tercer.
En general, los resultados indican que la descendencia de mujeres con niveles prenatales normales de vitamina D mejoran significativamente el funcionamiento en las áreas cognitiva, de lenguaje y motriz. La hipovitaminosis D durante el embarazo puede suponer un importante problema de salud pública, implicado consecuencias para el desarrollo del embarazo, la salud de la madre y del bebé y el desarrollo del bebé a lo largo de su vida.
Controlar los niveles de vitamina D en el inicio del embarazo puede suponer una gran oportunidad para identificar los embarazos de riego a tiempo, a fin de poder ofrecer un correcto monitoreo del embarazo y la posibilidad de recibir profilaxis.
Material utilizado para la elaboración de la noticia:
Voltas, N., Canals, J., Hernández-Martínez, C., Serrat, N., Basora, J. & Arija, V. (2020). Effect of Vitamin D Status during Pregnancy on Infant Neurodevelopment: The ECLIPSES Study. Nutrients, 12,3196. doi: 10.3390/nu12103196