Perfiles de síntomas depresivos e ira en hombres: asociaciones con el funcionamiento familiar posparto

// Depresión posparto
Un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychiatry muestra que los padres con sintomatología depresiva y emociones de ira presentan un escaso apoyo social, una pobre coparentalidad y dificultades en el establecimiento del vínculo padre-bebé, sobre todo aquellos con sintomatología más severa. Además, los resultados obtenidos en este estudio sostienen la necesidad de implementar tareas de detección de sintomatología depresiva en hombres durante el período del posparto, a fin de que puedan recibir la atención necesaria.

La depresión paterna, en contraposición a la materna que está siendo ampliamente estudiada, no ha recibido mucha atención, puesto que solamente durante los últimos años se ha empezado a prestar atención sobre esta problemática. En esta línea, la evidencia indica que aproximadamente uno de cada diez padres de recién nacidos experimenta depresión, con un pico de prevalencia del 25% entre los 3 y 6 meses posparto. La depresión paterna se ha asociado a un mal uso del consumo de alcohol, a escaso apoyo social, a una peor calidad del vínculo padre-hija/o y a un mayor riesgo de problemas relacionales con la pareja; todo ello indicando un incremento del riesgo sobre la salud física y emocional del padre, de su pareja y del bebé. Más específicamente, los efectos de la depresión paterna sobre los bebés implican un mayor riesgo de dificultades en el desarrollo, así como problemas conductuales y emocionales hasta los 7 años de edad.

Diferencias de género en la depresión

En el estudio de las diferencias de género en la depresión se ha podido observar que existen tanto síntomas depresivos que se solapan entre hombres y mujeres, como otros distintos entre ambos géneros, mostrando así los hombres una mayor tendencia a la, al consumo de sustancias y a la ira. En comparación con las mujeres, los hombres son menos propensos a presentar síntomas tradicionalmente asociados a la depresión, como tristeza y llanto. Es más, el actual debate se centra en si dichas diferencias de género en la manifestación de síntomas han supuesto un infradiagnóstico de depresión en hombres.  

Las normas masculinas que promueven la competición, el dominio, la agresión, la evasión de la feminidad y el estoicismo incrementan el riesgo de presentar problemas de salud mental, al tiempo que reducen la probabilidad de presentar síntomas depresivos como la tristeza y la desesperanza. La conformidad rígida a la masculinidad tradicional también se asocia a una menor tendencia a la búsqueda de apoyo emocional y psicológico, así como a un aumento del riesgo suicida. Estos hechos sugieren que realizar cribados de emociones como la ira en hombres puede mejorar la detección de estados depresivos y, consecuentemente, incrementar las oportunidades de tratamiento.

La evidencia empírica apoya la idea de que en muchos hombres la depresión está acompañada por la emoción de la ira. Por ejemplo, existen estudios que muestran que en pacientes diagnosticados con Trastorno Depresivo Mayor (TDM), en comparación con las mujeres, los hombres tienen el doble de probabilidades de experimentar ataques de ira durante los episodios depresivos. No obstante, es importante destacar que no es cierto que las mujeres no experimenten ira en el contexto de una depresión, porque la literatura indica que es así. De hecho, el argumento que se encuentra detrás de estas afirmaciones es que los síntomas observables en mujeres y hombres van en consonancia con las expectativas sociales basadas en el género, mientras que los criterios diagnósticos y los instrumentos de cribado están elaborados y ponderados teniendo en cuenta la presentación de síntomas depresivos típicamente femeninos.

Hasta la fecha, los estudios que se han centrado en examinar la depresión y la ira en hombre se han focalizado en las diferencias de género o en asociaciones entre variables. Los enfoques analíticos centrados en las variables asumen la homogeneidad entre los hombres en cuanto a la forma que tienen de experimentar y expresar los síntomas depresivos. Por el contrario, los enfoques analíticos centrados en la persona, como el análisis de grupos o perfiles latentes, detectan perfiles heterogéneos dentro de esta misma población, revelando las variaciones en las presentaciones sintomáticas que pueden ser relevantes para la evaluación, diagnóstico y tratamiento.

Paternidad

En el contexto de la paternidad, comprender el papel de la ira en presencia de sintomatología depresiva puede proporcionar información sobre los riesgos que pueden existir en el hogar hacia la pareja y el bebé.

La transición a la paternidad es un período caracterizado por el elevado riesgo de aparición de problemas de salud mental y estrés, del mismo modo en que la paternidad puede jugar un rol importante en la manera en que la depresión y la ira pueden coexistir. Los cambios en los niveles paternos de testosterona a lo largo de la transición a la paternidad pueden ser un factor de influencia en la presencia de ira y síntomas depresivos. En un gran estudio de cohorte realizado con hombres (n=624) se encontró que aquellos que de manera natural presentan niveles más altos de testosterona eran más propensos a ser padres y a experimentar una disminución de los niveles de testosterona durante el primer año posparto. Los niveles bajos de testosterona se asociaron a un mayor riesgo de desarrollar sintomatología depresiva, especialmente en los padres primerizos. En cambio, niveles más elevados de testosterona se asociaron a un aumento de los síntomas externalizantes, como comportamiento antisocial y violencia de género.

El propósito de este estudio es examinar la relación entre los síntomas depresivos y la ira en padres de bebé. Específicamente estos fueron los tres objetivos que se plantearon: 1) identificar los grupos de hombres que se encuentran en la edad normativa de ser padres por primera vez (28 – 32 años) y que presentan patrones diferenciados de síntomas depresivos e ira, 2) evaluar si la pertenencia a un grupo está asociada a la paternidad, y 3) investigar las asociaciones entre la pertenencia a un grupo y los indicadores de funcionamiento familiar, incluyendo la calidad del vínculo padre-bebé, la relación de coparentalidad, la implicación paterna en el cuidado del bebé, el apoyo social paterno y el mal uso del consumo de alcohol.

Participantes y procedimiento

Los padres seleccionados para el estudio forman parte del Men and Parenting Pathways (MAPP), una cohorte nacional de hombres residentes en Australia que se encuentran el pico de edad de ser padres por primera vez. Durante un período de 2 años se reclutó a una muestra de hombres de entre 28 y 32 años (tanto si eran padres como si no). La muestra final estuvo compuesta por 535 hombres, de los cuales el 87,8% eran nacidos en Australia, el 78,3% tenían una educación superior a 12 años y el 92.4% eran heterosexuales. En el subgrupo que se utilizó para estudiar las asociaciones entre la pertenencia a un grupo y el funcionamiento familiar se incluyó a padres de bebés con una edad igual o inferior a los 18 meses.

Para la evaluación de los síntomas depresivos se utilizó la Depression Anxiety Stress Scale 21 (DASS-21), para la ira se empleó la State and Trait Anger Expression Inventory-2 (STAXI-2), mientras que para la evaluación de las variables de funcionamiento familiar se utilizaron las siguientes herramientas: para el vínculo padre-bebé se utilizó la Paternal Postnatal Attachment Scale (PPAS), para la coparentalidad se empleó la Co-parenting RelationShip Scale (CRS), para valorar la implicación paterna en el cuidado del bebé se elaboró una escala de 6 ítems en la que los padres debían completar con qué frecuencia se implicaban en actividades relativas al cuidado del bebé (alimentación, cambio de pañal, bañar al bebé, dormirlo, jugar con él y pasearlo), el apoyo social se valoró mediante la Multidimensional Scale of Perceived Social Support (MSPSS) y, finalmente, se empleó la versión abreviada del Alcohol Use Disorders Identification Test (AUDIT-C) para evaluar el consumo de alcohol.

Los hallazgos

En el presente estudio se han podido identificar cinco perfiles que clasifican a los hombres de la muestra según la severidad y grado en el que experimentan la emoción de ira y el deseo de expresar la agresividad física (C1 – grupo de referencia / C2 – depresión leve e ira leve / C3 depresión leve y agresividad física / C4 – depresión severa e ira severa / C5 depresión severa y agresividad física severa).

En primer lugar, en comparación con el grupo de referencia (C1), en los grupos en los que existe una mayor probabilidad de que los hombres se conviertan en padres son el C2 (depresión leve e ira leve) y C5 (depresión severa y agresividad física severa). También en comparación con el grupo de referencia, los demás grupos (C2-C5) han reportado niveles significativamente menores de apoyo social percibido. Además, en tres de los grupos sintomáticos (C2, C4 y C5) se ha registrado, de manera significativa, una menor coparentalidad con la pareja. Solamente los padres con una sintomatología depresiva más severa y mayores niveles de agresividad física (C5) han manifestado un vínculo significativamente menor con el bebé. Los cinco grupos que se han identificado en este estudio muestran que las emociones de ira coexisten con la sintomatología depresiva en los hombres y que el grado de ira percibido corresponde con la severidad de la depresión. Este hallazgo da soporte a la idea de catalogar a la ira como un indicador diagnóstico de la depresión paterna.

En segundo lugar, en la muestra de este estudio, uno de cada cuatro hombres ha reportado niveles elevados de agresividad física (entendida como romper, golpear o patear objetos). Incluso en los casos en los que los síntomas depresivos son mínimos, los hombres del grupo C3 (depresión leve y agresividad física) han indicado emociones más intensas de agresividad física que los hombres incluidos en el grupo C4 (depresión severa e ira severa). En el contexto familiar, estos patrones divergentes de deseos de expresar físicamente la ira resultan ser un importante marcador del estado emocional del padre, así como del riesgo en el que se encuentra la salud mental de la madre, del desarrollo del bebé y de la seguridad de la familia.  

En tercer lugar, los investigadores han encontrado que la proporción de padres en el grupo C2 es mayor, en comparación con el grupo de referencia. Estos resultados van en consonancia con la evidencia que indica que la paternidad en edades tempranas puede suponer un período de mayor vulnerabilidad emocional, al mismo tiempo que sugiere la necesidad de que los servicios que interactúan de manera más próxima con la familia apliquen métodos para detectar la presencia de riesgos para la salud mental de los padres. No obstante, los hombres del grupo C2 son menos propensos a ser identificados como grupo de riesgo, ya que también son menos propensos a manifestar agresividad física, pero si a presentar agresividad verbal. También resulta importante destacar que una gran proporción de padres, además de estar en el grupo C2, también se encuentra en el C5 (caracterizado por la agresividad física extrema), en comparación con el grupo de referencia. A pesar de que se necesita más investigación en este campo, una posible explicación sería que aquellos hombres que de manera natural presentan niveles más elevados de testosterona son más propensos a ser padres, y aunque la mayoría experimentará una mayor disminución de los niveles de testosterona en la etapa del posparto, los niveles altos pueden estar relacionados con el comportamiento externalizante, contemplando así la posibilidad de que exista mayor violencia de género en las familias.

Hallazgos en el funcionamiento familiar

Uno de los principales puntos fuertes de este estudio es que se ha utilizado un subgrupo de la muestra para estudiar el funcionamiento familiar de estos hombres. Anteriormente se ha mencionado que, en comparación con el grupo de referencia, los hombres que presentan sintomatología depresiva y emociones de ira presentan un bajo apoyo social percibido. Esta ausencia de búsqueda de apoyo podría ser explicada por razones que incluyen la creencia errónea de que el foco de atención en el posparto debe situarse solamente sobre la madre y el bebé, experiencias adversas en el pasado vinculadas a la búsqueda de ayuda, el estigma asociado a mostrar emociones y vulnerabilidad y la rígida adherencia a los valores masculinos tradicionales de estoicidad.

En cuanto a la coparentalidad, en comparación con el grupo de referencia, los padres con síntomas depresivos de leves a severos y emociones de ira presentan una pobre relación de coparentalidad con sus parejas. La coparentalidad se describe como la cooperación y el apoyo mutuo entre los progenitores en cuanto al cuidado y decisiones que afectan al bebé y a su desarrollo. Es más, cuando las relaciones de coparentalidad se caracterizan por el desacuerdo, la crítica y el conflicto, la descendencia presenta mayores probabilidades de presentar dificultades a nivel emocional, una menor competencia social y menores habilidades en teoría de la mente. Los resultados de este estudio van en la línea de la evidencia previa, demostrando que existen asociaciones entre la sintomatología depresiva y la coparentalidad, siendo la escasa coparentalidad un factor de mantenimiento de la depresión.

Respecto el vínculo padre-bebé, solamente un grupo (C5 – depresión severa y agresividad física severa) tiene un riesgo elevado de desarrollar vínculos emocionales pobres. Según Ian Brockington, cuyo trabajo se centra en la evaluación, diagnóstico y tratamiento del vínculo madre-bebé, la ira patológica acompaña a los trastornos del vínculo madre-bebé en el extremo final del espectro. En la literatura disponible, los padres que cometen actos de violencia contra la pareja parecen ser menos exitosos en el establecimiento de vínculos padre-bebé en comparación con los padres que no manifiestan violencia.

Es importante destacar que los investigadores no han identificado asociaciones entre los perfiles caracterizados por los síntomas depresivos y la emoción de ira, y el consumo de alcohol o la implicación en el cuidado del bebé. Los hallazgos que conciernen al uso de alcohol son poco esperables, ya que en la literatura existente se describen asociaciones entre la depresión o la ira y el uso de alcohol en hombres. En este estudio primero se evaluaron los síntomas depresivos en lugar del consumo de alcohol, motivo que podría explicar la falta de asociaciones. En cuanto al cuidado del bebé, el hallazgo de que la pertenencia a uno de los cinco grupos no se asociara a la implicación con el cuidado del bebé también es sorprendente, puesto que en estudios anteriores la depresión paterna se ha asociado negativamente a la implicación del padre en el cuidado del bebé. De hecho, en el presente estudio los padres reportaron de manera generalizada implicarse más en alimentar y vestir a los bebés. Finalmente, es importante destacar que estos resultados pueden deberse al sesgo de la deseabilidad social, dadas las crecientes expectativas de una división equilibrada de la crianza.

Enlace utilizado para la elaboración de la noticia:

https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpsyt.2020.578114/full

NOTICIAS

Este sitio web utiliza Cookies propias y de terceros. Si continua navegando, supone la aceptación de la instalación de las mismas. OK | Más información

Política de cookies +